La noche ha sido tranquila, ha llovido bastante, pero parece que a estas horas, las 8 de la mañana, ya ha parado. Anoche llegamos bastante cansados, antes de irnos a la cama nos tomamos algo en la cafetería del hotel, mientras reservábamos el alojamiento para hoy y planificábamos la ruta. Hoy toca empezar a hacer turismo.Desayunados y listos, hacemos el checkout y emprendemos la marcha. No llueve, pero hace bastante más frío que ayer y la carretera está mojada. Salimos de Dunfermline dirección Dundee, tratando de evitar las autopistas al máximo. Aunque como en realidad no lo son, solo son carreteras convencionales con dos carriles, resulta imposible.

Llegamos a Dundee tras sortear el tráfico y a través de un largo puente desde el que podíamos ver la ciudad. Nuestra primera parada era el Discover, un museo en el que se puede entrar en un gran barco.

Al llegar al parking vemos dos motos aparcadas en la acera, nos unimos y aparcamos detrás. Es una de las grandes ventajas de viajar en moto, parar y aparcar en casi cualquier sitio se hace tremendamente fácil. Para evitar cargar con la cubre depósito cogemos lo esencial: cámaras, carteras y gafas y atamos con el candado para cascos la bolsa para evitar que la roben. Sabemos que es más un quitamiedos para nosotros, que el que quiera puede llevársela, pero al menos lo ponemos más difícil.

La zona está en obras, muchas obras, podemos ver operarios con sus cascos y trajes color flúor por doquier. Nos asomamos al paseo, desde él podemos ver el puente por el que entramos a la ciudad y los pueblos justo enfrente con sus pequeñas casas incrustadas en la ladera de la loma.

Tratamos de entrar en el centro Discover para ver el barco, pero resulta que forma parte de las obras y no se puede visitar. Nos tomamos un bocata en el bar del centro y continuamos ruta hacia el castillo.

El día está feo, gris, amenaza lluvia, pero, por suerte no cae una gota, para mi que siempre paso calor con la ropa de moto, está perfecto. De nuevo en ruta salimos de Dundee, una serie de semáforos y rotondas, muchas rotondas… si en España tenemos cientos de rotondas, aquí hay aún más… decía que después de esa serie de semáforos y rotondas, salimos casi de la ciudad y nos desviamos a la derecha. A través de unas calles de una zona residencial llegamos al castillo de Broughty. Es una construcción pequeña, al menos lo que queda de ella, situada estratégicamente en la costa. El edificio principal tiene unas 5 plantas y esta reacondicionado como museo. En el exterior se pueden ver los restos de la muralla y varios cañones. Las vistas desde la parte de arriba de la muralla son también muy bonitas y nos entretenemos un rato haciendo fotos y vídeos del sitio.

Como no podía ser de otra manera, nada más llegar de vuelta a la moto, comienza a llover. Rápidamente nos ponemos todo y arrancamos, está vez no hay chubasquero, no tiene pinta de que vaya a llover mucho, o eso esperamos.

Nuestra ruta nos lleva por la costa, camino de Arbroath, la carretera va poniéndose más interesante con menos tramos desdoblados y más curvas. La lluvia, como esperábamos, cesó al poco de salir y pudimos disfrutar del camino y de las vistas. El trafico ha bajado mucho, menos coches y, en general, tenemos la sensación de que hay menos turistas. También tenemos la impresión de que esta zona, por estar más lejos de los típicos destinos como Inverness o las Highlands, son menos frecuentados, lo cuál, no vamos a negarlo, nos gusta.

Arbroath aparece ante nosotros mientras circulamos por la carretera pegada al mar. Es un pueblo pesquero, pequeño (al menos lo que hemos visto) pero muy interesante. Nuestra primera parada es el puerto y en concreto lo que pensamos era el faro, pero en realidad no lo es. Aquí me acorde de McBauman y de Josin Castro y su costumbre de fotografiar faros :).

Pasamos un buen rato haciendo fotos, tomando algo en el bar del puerto y disfrutando del sol de justicia que nos acompañó todo el rato, este tiempo esta loco!!

En marcha de nuevo, cada vez cuesta más subir y bajar de la moto, así que decidimos hacer la siguiente parada en la abadía y tratar de hacer unos cuantos kilómetros sin parar. La abadía es un edificio semiderruido, de colores rojizos y que se encuentra en el centro del pueblo. Aparcamos casi en la entrada, caminamos hacia la puerta del edificio contiguo. La entrada cuesta 7 libras y, como estamos un poco cansados, decidimos seguir ruta y avanzar un poco.

Siempre que haces un viaje te quedas con el sinsabor de que no lo has visto todo, de que te has perdido algo. Es casi imposible «verlo todo», por desgracia el tiempo y el dinero es limitado, así que estamos aprendiendo a disfrutar del viaje, de lo que si vemos y, lo que nos queda por ver, será la excusa perfecta para volver en el futuro.

De vuelta a la moto, de nuevo llueve, está vez no nos estresamos y nos ponemos en marcha, la lluvia es más bien ligera.

La siguiente parada en la ruta es un pequeño pueblo costero llamado Gourdon. Estamos apunto de quitarlo pero, por suerte no lo hacemos. Bajamos por una carretera estrecha, serpenteante, que desemboca en un pequeño puerto con pequeñas casas a un lado, muchas de ellas Bed & Breakfast. Paramos y disfrutamos de la calma y el silencio solo roto por nuestra conversación. A un lado dos mujeres sentadas en un banco, suponemos, charlan, al fondo otra mujer contempla el mar desde el espigón.


Sacamos unas cuantas fotos, revisamos cuanto nos queda para llegar y nos ponemos en marcha.

La carretera​ es más divertida, más curvas y el paisaje mezcla baja montaña, cubierto de un fuerte verde, con la costa y el mar.

Un cartel en la carretera anuncia Stonehaven… «No era ahí donde había un castillo muy chulo?» Nos metemos en la siguiente salida y si, es ahí pero van a cerrar. El guarda nos vacila y nos dice que si somos capaces de hacerlo en cinco minutos nos da tiempo a verlo. «Tomorrow» será mejor.

Llegamos a Aberdeen, mucho tráfico y un atasco nos reciben, llegamos a la Guest House donde hemos reservado, aparcamos, recogemos las llaves, descargamos las maletas, nos cambiamos y a cenar. Nos acercamos a la unión street, recomendado por la dueña del alojamiento, a buscar donde cenar. Son las 19:30 y se nos antoja no va a ser fácil encontrar donde cenar. Pero primero hay que aparcar, aún yendo con la moto no hay sitio ni en las aceras. De pronto un pequeño reservado con el letrero «motorbikes only», bingo!

Es una calle estrecha, perpendicular a la unión street y con un montón de restaurantes Thailandeses, turcos, chinos… habrá que ir a otro sitio a cenar, ya que no soy fan de la comida asiática. Paseamos y damos varias vueltas, entramos en un par de sitios y ya no sirven cenas, al final nos metemos en un italiano y nos comemos una pizza mientras comentamos la escasa gastronomía inglesa.

De vuelta a dormir llueve ligeramente, lo que no ayuda a entrar en calor. Por suerte son sólo 10 minutos y llegamos sanos y salvos. Ducha, lavado rápido de ropa esencial para que seque para mañana y a dormir.

Mañana llegamos a Inverness.

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