Suena el despertador, lo primero que hacemos es mirar por la ventana, lluvia de nuevo. Escocia está dandonos agua, mucha agua y también demostrándonos la buena inversión que fueron los dos chubasqueros que compramos antes del viaje.

Desayunamos tranquilamente, con nosotros a la mesa dos chicas, de origen asiático que hablan en inglés con un fuerte acento y un chico inglés. El chico,llegó a la vez que nosotros a la casa, viene de escalar y a él el chaparrón de ayer le pilló volviendo al coche después de terminar la escalada. Por supuesto se empapó de arriba a abajo como nosotros. Viene solo, trabaja en Londres pero pasa mucho tiempo en Edimburgo también. Finalizamos la charla y el desayuno y nos vamos a empaquetar maleta.

Ann ya nos ha dejado nuestras ropas y chubasquero de moto, encima del sofa para que nos lo llevemos. Le damos las gracias, cargamos la moto, nos ponemos los chubasqueros y salimos.

La tónica de carreteras estrechas continúa, pero los paisajes no son siempre iguales. La ruta nos dirige a Plockton, en un cruce giramos a la derecha y entramos en una carretera de cuento, estrecha, el piso muy negro con muchas flores alrededor, sobre todo de color morado. Los árboles muy pegados a la carretera y las ramas y hojas hacen un cierre sobre nuestras cabezas con la altura justa para que pasen camiones por ella. No sabría decir cuantos kilómetros hacemos así, vamos despacio, alucinados, tanto que ni nos paramos, bueno no nos paramos porque llueve y porque no hay sitio, apenas hay passing place y los que hay son demasiado estrechos para aparcar.

Aún alucinados, seguimos camino, después de la experiencia de ayer continuamos embolsados, la lluvia a veces arrecia y no queremos arriesgarnos a empaparnos a mitad del día.

Por fin empezamos a ver visos de que entramos en la isla de Skye, salimos a una carretera más ancha, dos carriles y bien señalizada. A lo lejos vemos un inmenso puente que sube, estamos llegando! Un par de semáforos a la entrada nos dan acceso al gran puente. A través de él pasamos a la isla, ya estamos aquí! Nos recibe una glorieta, ya se nos había olvidado lo que eran, desde que salimos de Inverness hacia las highlands prácticamente no hemos hecho ninguna y lo mismo con los semáforos. Cogemos rumbo norte, por la costa este de la isla. La carretera es sorprendentemente buena, aunque sigue lloviendo, el piso no es malo y el trazado es curvilíneo, pero hay mucho tráfico, sobre todo caravanas que forman colas de coches a sus espaldas. Por suerte nuestro vehículo, aún cargado cómo va, tiene mucha ventaja a la hora de sobrepasar rápidamente estas filas.

El hambre aprieta y empezamos a tener ganas de quitar los trajes, así que encontramos un área de servicio en el camino y nos paramos. Como tenemos tiempo, decidimos tomárnoslo con calma. Pasamos casi dos horas allí, comemos con calma, esperamos a que pare de llover (cosa que no ocurre), volvemos a enfundarnos y seguimos.

Sigue habiendo tráfico, hasta que pasamos la salida de Dunvegan y el tráfico desaparece. El cielo es cada vez más negro, subimos serpenteando entre montañas, a pesar de la lluvia, la carretera se disfruta, las curvas son amplias y con visibilidad. Esto dura solo unos kilómetros, hasta que nos desviamos otra vez.

De vuelta a carreteras estrechas, passing places, está vez más pendientes y subidas y bajadas, continúa lloviendo.

Uno de los puntos de paso marcados en el GPS está cerca, no sabemos que es, hasta que estamos cerca, uno de esos famosos acantilados. Paramos, llueve, no nos quitamos ni los cascos, Caminamos como astronautas hasta la parte alta y la vista es tremenda.


Unos kilómetros más adelante, otra parada, otro «cliff», más impresionante aún (lamentablemente la foto no sube :()

Una hora después, curva tras curva, cansados del chubasquero y la lluvia nos paramos en Uig. Un pueblo pequeño, pesquero, en pendiente, en el que hay mucho movimiento de vehículos porque hay un ferry que sale y llega, probablemente desde Escocia. Nos paramos en un bar, al final del puerto, yo me quito el chubasquero, A. no, cuando estamos apunto de entrar un chico sale y nos dice que los cascos debemos dejarlos fuera, en un espacio que hay en la entrada y el chubasquero también. Bueno, al menos eso le entendemos, porque su acento es rarísimo y casi no somos capaces de Coger nada de lo que dice.

Entramos al típico pub inglés, con sus borrachos y todo. A la izquierda la barra con unos cuantos caballeros, un tanto alcoholizados, cantando y metiendose cubitos de hielo por la espalda, mientras uno de ellos grita «shhh, we have tourists!». En el centro una zona con sofás y una mesa de billar, donde nos ubicamos nosotros, mientras nos tomamos algo y vemos cómo juegan dos señores al billar. Al fondo, un tercio del local, las mesas de restaurante en las que sólo se puede sentar uno a cenar.

Los borrachos gritan, cantan y se burlan de uno de ellos, el que va más cargado, que apenas se tiene en pie. A pesar del ambiente raruno, la gente, incluso los borrachos, son amables con nosotros.

Nos tomamos nuestra cerveza y Coca Cola (para el conductor) y volvemos a enfundarnos. Mientras nos ponemos los trajes, ya fuera, un señor que fuma un purito, nos pregunta dónde vamos y de donde somos, nos dice que es una pena lo de la lluvia, pero que esto es Escocia.

Nos despedimos del señor y continuamos ruta, nos queda apenas una hora hasta llegar a Hillside, la casa de hoy. Entre curvas y más curvas, bajo la lluvia, llegamos a la casa. Es una casa nueva, que está en un alto, con, para variar, unas vistas increíbles. La zona se llama Waternash, porque al parecer tiene un microclima y llueve mucho (más de lo normal 😉 ).

La entrada es pendiente y tiene el suelo de piedra y la explanada de la casa es de gravilla suelta, mientras A. se baja, aparece Mick que junto a Lyn regentan eat B&B.

Mick es un prejubilado inglés que cuando dejo de trabajar se compro un terreno aquí para construirse una casa y dejar Inglaterra. Ama la naturaleza y le gusta observar a los animales que habitan el trozo de mar que se ve desde su casa. También es motero, tiene una Hayabusa y bromea repetidamente sobre Suzuki y BMW :).

Nos sugiere dejar la moto fuera porque la gravilla esta demasiado blanda, dejamos la moto sobre el caballete y entramos en la casa. En la puerta esta Lyn, la esposa de Mick, aparentemente dulce y encantadora, aunque luego veríamos que si, lo es, pero también controladora , sobre todo de su marido. Nos quitamos chubasqueros, cascos, guantes, chaquetas de moto y lo dejamos todo en la entrada, en el cuarto de la ropa, para que se seque.

El salon de la casa es impresionante, no por lo grande o majestuoso sino por el gran ventanal desde el que se ve la bahía y las montañas.


Nuestra habitación esta en la primera planta, es relativamente pequeña, con una gran cama, un pequeó sofa y el baño. Hay poco sitio donde dejar todos nuestros trastos. Aposentados y cambiados de ropa, preguntamos por un sitio donde cenar, solo hay dos a una distancia prudencial, los dos probablemente llenos, asi que nos vamos al que esta mas cerca. Mick tiene una cámara de fotos encima de la mesa, le pregunto si le gusta la fotografia, lo que nos lleva a una larga charla sobre fotografía, drones, motos, mas motos, nos tiramos un buen rato hasta que Lyn interviene y nos devuelve a la tierra «si no nos vamos ya tendremos que esperar para cenar.

Unos dos minutos en moto y estamos en el pub. Esta al borde del mar, en una pequeña fila de casas. Aparcamos, quitamos los cascos y entramos, enseguida nos dicen que los cascos se quedan fuera.

Tenemos suerte, hay mesa para dos, elegimos la comida, pedimos la bebida en la barra, como dictan las normas del local y pasamos un buen rato, mientras en la calle, vuelve a llover.

De vuelta a la casa, ducha caliente y a preparar el dia siguiente.

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