Llevamos un par de horas de charla mientras degustamos la barbacoa que nuestro jefe ha preparado en su casa.

Una combinación de gente de diferentes nacionalidades: un polaco, un ucraniano, un español, dos portugueses y unos cuantos belgas, disfrutamos de una tarde estupenda y de una buena cena. Los que no conducen hoy, disfrutan también de cervezas belgas, vino (no sé de dónde) y un licor polaco con sabor a avellana que, según dicen, entra muy bien y es muy «peligroso».

Semyon, el ucraniano, y yo empezamos a hablar de motos. Él lleva mucho tiempo sin salir con la moto, las carreteras belgas le aburren, tanto que está pensando en venderla. También influye que no tiene gente con la que salir. Habla de los moto clubs de Ucrania y Rusia, de las concentraciones y, por un momento, me acuerdo de las historias de Ricardo Fité en su libro 5 veranos en moto. Le propongo salir juntos algún día y enseñarle algunas de las carreteras que he conocido que merecen la pena.

No sé si por el efecto de las cervezas, del licor o las ganas que tenía, su respuesta fue «Ok, how about tomorrow?», o lo que es lo mismo «ok, qué tal mañana?». Me reí, incrédulo, ante la rápida e inminente respuesta de Semyon.

El sábado yo no podía, pero el domingo si, así que compartimos número de teléfono y quedamos en concretar el propio sábado el dónde y a qué hora.

De mi casa al parking del carrefour en la entrada de Leuven hay unos 15 kilómetros, por una carretera recta, limitada a 70, como todas las no autopistas en Flandes, con un piso horrible y llena de saltos. Así que tardo más de lo esperado, pero mi compañero aún no ha llegado. Lo hace cinco minutos después, con su Triumph tiger 800, negra. Engrasa la cadena allí mismo y salimos.

El primer tramo de la ruta es aburrido, ya que viajamos por autopista unos 50 minutos hasta Lieja para llegar a Esneux.

 

Esneux (Imagen de archivo 🙂 )

Esneux es un pueblo pequeño, metido en un valle, con un castillo en lo alto y un río que lo cruza. Lo conocí hace un tiempo gracias a Valerie, de amigos de la ruta perfecta, y se ha convertido en el punto de partida de muchas de mis rutas de un día por su situación ideal a la entrada de las Ardenas.

Paramos a tomar algo, lo bueno empieza a partir de aquí según la ruta que había preparado. Acordamos parar en una hora y media a comer, aunque no sabemos si a esa hora vamos a encontrar algo abierto para comer.

Vamos camino a Spa pasando por Aywaille. Circulamos por carreteras con buen piso y curvas poco pronunciadas, no hay muchos cruces, lo cual agradezco, incluso hacemos tramos de 15 kilómetros por la misma carretera sin desviarnos!

Semyon se queda atrás en las curvas, eso que no voy a un ritmo excesivamente alto, pero cuando va detrás de mí guarda suficiente distancia y no se estresa por adelantar cuando yo adelanto. Es un buen compañero de ruta, de esos que te hacen no tener que estar demasiado pendiente de los espejos más que para esperar a que su luz aparezca a la salida de las curvas.

Por primera vez desde que volvimos de Italia, vuelvo a hacer curvas y a pasármelo bien encima de la moto. Una tras otra las carreteras nos van llevando por zonas arboladas, pasamos de carreteras estrechas a más anchas, siempre divertidas y con pocas rectas.

Desde Spa hasta Vielsam, el trazado lo cogí de una ruta compartida en la web de Tomtom. Primera vez que hago esto y posiblemente no será la última, ya que la disfrutamos como niños.

Pero se acercaba la hora de comer, podía sentir el hueco en mi estómago crecer más y más, así que tratamos de buscar un sitio donde comer, pero no era fácil. No sólo por la hora, más de las dos de la tarde, sino porque en la mayoría de los pueblos pequeños, no hay restaurantes.

Llegamos a Houffalize, uno de esos pueblos más grandes, nos paramos en un puente donde parece que hay varios sitios donde comer. He visto al pasar lo que parece un pub que tiene un cartel que anuncia spaghetti y alguna cosa más. Normalmente la cocina de los restaurantes suele cerrar antes que la de los pubs, aunque éstos suelen tener menos variedad de comida.

Tratamos de ver si alguno de los restaurantes que hay alrededor están abiertos, pero incluso una friterie nos cierra la puerta en las narices. Así que nos dirigimos al pub (el del toldo rojo en la foto 🙂 ) para ver si tenemos suerte y la tenemos.

No comemos dos típicos croque monsier, lo que viene siendo un sandwich mixto grande con una ensalada de acompañamiento. El mío lo pido con salsa boloñesa, lo que le añade un poquito de interés.

Con la tripa llena continuamos camino, la carretera nos lleva esta vez dirección La Roche en Ardenne. Un sitio en el que yo he estado varias veces antes y del que tengo un grato recuerdo de las carreteras que lo rodean. Como me esperaba, no defraudó en absoluto.

La Roche (Imagen de archivo)

El paisaje cambia un poco, vamos dejando atrás la frondosidad anterior y las montañas ya no son tales. Aún disfrutamos de curvas, pero también nos encontramos alguna recta.

De La Roche pasamos a Durbuy, un pueblo espectacular, con las casas de piedra restauradas, un castillo en la parte trasera y el el suelo pavimentado de piedra. Está lleno de gente (siempre lo está).

 

Durbuy (Imagen de archivo)

No paramos, hoy es día de moto y más moto. Seguimos por carreteras más o menos reviradas, algunas con mal piso y bastante estrechas pero que mantienen el espíritu del día: moto y curvas.

Luego Nardin y de nuevo llegada a Esneux. Los últimos tramos de carretera alternan trozos estrechos con carreteras de dos carriles la mayoría de ellos con el asfalto en malas condiciones. En este último tramo hay menos pendientes, es más llano, pero aún así disfrutamos de un buen rato de moto.

Tomamos algo en la misma terraza, hacemos balance, ha sido un buen día, quizás demasiados kilómetros sin parar, pero ha merecido la pena.

Disfruto de esos momentos de nuevo, de esos en los que comentamos detalles de la ruta: que si este coche que nos cruzamos, aquel tramo que estaba roto o el otro que era una pasada. Recuerdo porqué esto de salir en grupo engancha, que no es solo la ruta, la moto, las curvas, también, muy importante el grupo, el compartir la experiencia.

Regresamos de nuevo por la autovía, cerca de Leuven separamos nuestros caminos, cada uno a su casa, en mi caso, de nuevo, por la aburrida y bacheada carretera.

V’sssss

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