Hoy he gritado dentro del casco, no no era un grito de dolor, ni de rabia, bueno un poco de rabia igual sí, pero de la buena. Pero vamos a empezar por el principio.

Después de un invierno frío, gélido me atrevería a decir, con nieve, hielo, agua y temperaturas máximas bajo cero durante una semana, hoy por fin ha sido un día de esos «de moto» y había que aprovecharlo.

Ruta digamos pandémica, es decir, hay que llevarse la comida y la bebida porque los bares y restaurantes aquí están cerrados. También hay que estar ojo avizor para encontrar los «rincones» ideales para aliviar la sobrecarga líquida durante el día.

Después de una revisión rápida, a eso de las 8 de la mañana, de algunas rutas ya hechas, elijo una, preparo traje, casco, cargo intercom, reviso presiones, lavado rápido para quitar polvo y tierra a la moto y nos vamos.

Hacía meses, literalmente meses que no salía solo a hacer una ruta y no sabía cuanto lo echaba de menos hasta que he salido por la puerta. Apenas llevaba unos metros recorridos y un escalofrío me subió por el cuerpo, cuanto echaba de menos esto!

Poco a poco voy trazando las pequeñas carreteras, llenas de cruces y de pueblos por las que voy pasando. El camino hoy es lo de menos, lo importante es rodar y disfrutar.

Hago varias paradas, la primera sobre un pequeño puente que cruza un canal, he pasado por aquí muchas veces y nunca me había parado. Hago varias fotos con el móvil, subo una story a Instagram y poso el móvil, desconecto. Me quedo mirando a mi alrededor, dejo que mis ojos se acostumbren a mirar más allá de las cuatro paredes en las que estoy encerrado toda la semana. Las mismas entre las que trabajo, como, veo la tele y duermo.

Disfruto como nunca he hecho de un sitio al que nunca le he prestado atención y sigo mi camino.

A medida que me voy a acercando a Nandrin, destino de nuestra ruta las carreteras cambian, para bien. La zona valona de Bélgica , sobre todo la cercana a Las Ardenas, es más escarpada, con alguna pendiente y menos cruces en las carreteras. Pero eso hoy es lo de menos.

A pesar del tiempo sin salir a rodar, no me noto incómodo, de nuevo disfruto de la carretera y me paro varias veces. En un parking al lado de un río…

En el medio de la nada…

No importa donde, lo primordial es desconectar.

Entonces, ya de vuelta, salgo a una carretera más principal, el gps dice, por primera vez en todo el día que hay más de 10 kilómetros sin un cruce.

Me relajo, miro a mi alrededor, suelto la mano izquierda del manillar y siento como si una gran presión en mi interior estuviese a punto de liberarse (todo figuradamente, no penséis nada raro). Y sin venir a cuento, sin saber por qué, empiezo a gritar dentro del casco: “siiiiiiiii, jajajaja, siiiiiiiiiiii, siiiiiiiiiii, cuanto echaba esto de menos “

No se si alguna vez os ha pasado, pero aún sabiendo que nadie me veía y me escuchaba, me dio un poco de vergüenza y pensé “que coj*****” y a gritar otra vez.

Nunca había sentido algo así, esa liberación, esa sensación, pero que bien me vino.

El resto del viaje de vuelta fue corto, sorteando trafico, también por carreteras pequeñas y sobre todo, satisfecho, liberado y agradecido por tener la suerte de poder disfrutar de montar en moto.

Y vosotros, habéis sentido esa liberación alguna vez?

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