Si hay algo que esta pandemia me ha enseñado es que en cualquier momento puede pasar algo que te cambie la vida por completo. Con esto en mente, todo aquello que deseabas hacer y no te atreviste, pasa al baúl de los arrepentimientos, de los «debería haber hecho».

Hay dos cosas, en esto de las motos, que han estado llamando mi atención desde hace tiempo y que me prometí a mi mismo probar algún día. Dos cosas que no he hecho nunca y que, normalmente, están fuera de mi «liga»: hacer offroad y rodar en circuito con una moto deportiva.

Dos cosas a priori difíciles de realizar y que requieren un gasto económico y un riesgo físico, mayor cuanto más viejo te haces. Igual lo que me está pasando es que se me amontonaron dos cuarentenas a la vez: la del virus y la de edad, y el chip de mi cabeza a cambiado de modo.

En cualquiera de los casos, hace ya meses, en plena pandemia y con las ganas locas que tenía de salir en moto, de hacer cosas en moto, encontré una página llamada endurofun.be que ofrecía diferentes cursos para iniciarte al enduro aquí en Bélgica. Me costó decidirme pero al final hace tres semanas reservé fecha y ayer tocó estrenarse en esto del enduro.

Después de una hora de viaje por carreteras secundarias, aburridas y rectas, llego por fin a Geetbets, lugar donde habíamos sido citados para que nos recogieran. Aparco la moto al lado de unos coches, en los que creo adivinar, se encuentran mis futuros compañeros de día. No es muy habitual ver a gente vistiéndose de motero con las puertas del coche abierto y sin moto alrededor. Y no me equivocaba. Saludo a dos de ellos y les pregunto si hablan inglés, se nota que tenemos la cabeza en otra parte, ni siquiera nos decimos los nombres pero inmediatamente empezamos a hablar de motos.

Nos juntamos todos en el lugar indicado, estamos cinco chicos y una chica. Parece un chiste, dos belgas, dos holandeses, un inglés que vive en Holanda y este español que vive en Bélgica. Aproximadamente cinco minutos después de estar esperando de pie con incómodas miradas entre siete bueno seis, porque la chica y un chico son pareja y ya se conocen, aparece por fin Maja, la monitora de Eurofun, en una scooter eléctrica.

A partir de aquí todo, o casi todas las conversaciones son en Flamenco, idioma local que viene del holandés, lo que hace más difícil que yo me entere de nada :D. Aunque bueno, esto ya lo sabía.

Después de caminar un par de minutos hasta el garaje donde tienen el «garito», de tomar un breve café y de un poco de charla, por fin vamos al garaje. Nos explican tema de seguro, nos piden que no grabemos ni tracks ni video porque la ruta que haremos no es pública y solo ellos tienen permiso para circular por ellas y un montón de cosas más que no entendí :D.

También nos explican el sistema para seguir la ruta. La persona que va detrás del monitor, cuando llegamos a un cruce, se quedará esperando al resto, indicando la dirección del cruce e incorporándose a la fila el último. Una forma perfecta de evitar que nos perdamos y de permitir que el monitor no tenga que ir tan pendiente de juntar a todo el grupo todo el rato.

Por fin salimos, yo llevo una honda CRF 250L. Según me subo todo parece pequeño, desde la falta de carenado delante de mí, hasta el estrecho asiento y depósito. Hasta la maneta del embrague se antoja corta, estando yo acostumbrado a usar tres o cuatro dedos para usar el embrague, tener que usar dos sólo va a ser todo un reto.

La CRF cargada con mis trastos 🙂

Circulamos por la carretera unos metros hasta que por fin, salimos del asfalto y empezamos a meternos por pistas. Es una iniciación, con lo que os podéis imaginar que la mayoría de las pistas que hicimos eran fáciles, solo algunos charcos y algunas zonas con barro o agujeros complicaban un poco más el camino. Bueno y una bajada embarrada que puso a prueba nuestras, recién estrenadas, habilidades para no caernos haciendo offroad.

Los primeros metros fuera del asfalto fueron extraños, tenía que ir muy concentrado en el relajado para poder reaccionar a los movimientos del manillar y también pensando, o más bien, esperando que la moto se mueva, tanto de delante como de atrás. No tardan en llegar los primeros sustos, sustos derivados de la falta de experiencia claro. Aunque he de decir que a ratos tenía la sensación de que el ritmo era demasiado rápido, sobre todo al principio y sobre todo para mi :D.

Pasamos de un camino de tierra al asfalto o a pequeños caminos de cemento para volver a una pista de tierra o a atravesar un prado literalmente por el centro. Aquí fue donde tuvimos el primer y único percance, sin consecuencias. Pasábamos de un camino al susodicho prado y había un pequeño agujero en medio en el que si no entrabas recto se te podía quedar la rueda enganchada. Como no nos llegamos a presentar, no puedo deciros su nombre, pero la chica holandesa entró demasiado despacio y tuvo una pequeña caída, como digo sin consecuencias. Pusimos de nuevo la moto en marcha y continuamos el camino.

Parada a comer

Paramos a eso de las 12 a comer el bocadillo de turno y a tomar la coca cola :). No me vino nada mal, como esperaba, lo de usar sólo dos dedos para el embrague, estaba empezando a pasarme factura y me dolía ya la mano.

Maja habla, por lo que creo que entender, de motos, de los viajes que organizan a Marruecos e Islandia, de que tuvo una KTM y que «una y no más» y un montón de cosas más. Por fin después de más de media hora de parada a descansar y alimentarnos, volvemos a la ruta.

Cada vez cojo más confianza, empiezo a disfrutar más, a ir menos tenso, a ir incluso más rápido, a usar el freno trasero al girar y parar, lo que me da más seguridad, al menos así lo siento yo sin tener ni idea. Las pistas se complican un poco más, atravesamos una zona de prado con hierba alta que cubre las «trampas», aunque la pasamos con nota… pero la verja al otro lado está cerrada así que tenemos que dar la vuelta :).

Uno de mis compañeros de ruta está disfrutando, quizás demasiado. Lo llevo delante y cada vez que hacemos un cruce y nos metemos en una pista, abre gas a lo loco, haciendo a la moto patinar y escupiéndome un montón de piedras. Aprendo la lección y cada vez que cambiamos de carretera, le dejo hueco para que no bombardee.

Llegamos a «la bajada», la que os comentaba al principio. Un trozo de pista entre árboles, que con las lluvias de estos últimos días era más barro y charcos que otra cosa. Así que a tirar de freno trasero, meter segunda, mirar lejos y relajar los brazos. Con una pequeña patada al suelo en el charco más gordo para parar la derrapada de atrás que me estaba cruzando la moto conseguí salvar la situación más cercana a «desastre» de todo el día. Me podría tirar el pisto, pero no tengo ni idea de porqué lo hice, instinto quizás, pero funcionó :D.

Con la incómoda sensación del agua colándose dentro de la bota después de haber pasado por la zona, esperamos al final de la bajada a que el resto del grupo acabe la bajada.

A lavar!

El día se acaba y acabamos en una gasolinera, en la que, como en cualquier día de enduro entre colegas, nos toca lavar las motos y echarles gasolina para que queden listas para el próximo día. Bueno, aquí tampoco me voy a tirar el pisto, como veis Maja se encargó de lavar todas las motos, nosotros solo tuvimos que acercarlas al lavadero.

De vuelta a las instalaciones de enduro.be, charlamos un rato, bueno ellos charlan mayormente y yo trato de escuchar y entender. Comparto con alguno de mis compañeros experiencias, la verdad es que el día ha estado muy bien y la ruta ha molado mucho. No sé si esto del offroad es lo mío, pero desde luego me ha gustado y habrá que intentar repetir.

Vuelvo a mi moto, donde todo vuelve a ser más cómodo y más voluminoso, vuelvo a la carretera y pienso en el día que he pasado. Se me ha hecho muy corto, eso que hemos estado más de tres horas sobre la moto, lo que suena a buena señal. Quizás por esto no estoy entusiasmado, o perdida y locamente enamorado del offroad ahora y pensando en comprarme una Honda CRF :D, pero lo que tengo por seguro es que ha sido la primera y habrá que repetir experiencia.

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