Seguramente a algunos les sonará a chino, a otros les sonará estúpido, a algunos incluso peligroso, es posible que incluso algunos, os sintáis identificados, pero hoy os digo que La Estela y yo, hemos vuelto a hacer click.

Llevamos ya unos 9 meses viviendo en España, en Asturias en concreto y si hay algo que esta tierra nos da, entre otras muchas cosas, son unas carreteras espectaculares para rodar en moto. En los últimos seis años, en Bélgica, la mayoría de las rutas y viajes en moto han sido, o bien en pareja con equipaje, o bien por pequeñas carreteras, más bien rectas, llenas de cruces y con curvas, pero pocas. Por no hablar del deplorable estado del asfalto en muchas de ellas, excepto las de Luxemburgo 😀 :D.

En todo este tiempo hemos hecho muchos kilómetros, tantos que La Estela pasa ya de los 106.000kms. Hemos visitado Escocia, Italia, viajado de Bélgica a España y vuelta, muchos kilómetros juntos. Pero poco a poco, durante todo este tiempo, hemos dejado de hacer curvas, o al menos no al nivel que lo hacíamos antes, cuando salir un sábado o un domingo en moto implicaba no parar de hacer curvas una tras otra, muchas veces en compañía.

Y llegó la hora, hace unos meses, de volver a Asturias y re-reconocer la tierrina, esta vez en moto. Para ayudar a todo esto, además, hace unos meses cambié las suspensiones ya machacadas después de más de 100.000kms. con mucho tute de peso. Entonces empezaron las rutas y los kilómetros de estrechas y angostas carreteras asturianas. Unas veces acompañado por A. otras sólo y muchas veces, también retomando esto, siguiendo a otra gente con mucho más ritmo que yo y que se conocen las carreteras.

Entonces poco a poco empecé a darme cuenta o a pensar que había perdido el ritmo que tenía o pensaba que tenía al circular por este tipo de carreteras. Kilómetros y kilómetros seguidos de curvas, más anchas, más estrechas, no importa, arriba y abajo, pero curvear sin parar. Lo que debería ser un placer, que lo era, tenía también un lado de tensión, de «contracción», de falta de soltura, de sensación de ir forzado casi todo el tiempo. No me entendais mal, no iba sufriendo, pero sí me daba cuenta que no era capaz de ir relajado y dejando correr la moto. Quizás en un afán innecesario de ir más rápido o de coger ese ritmo, estaba consiguiendo justamente lo contrario, entrando demasiado tenso en las curvas, frenando demasiado y con los brazos agarrotados y sin moverme en la moto. Tanto que llegué a pensar que o bien tenía que hacerme un curso de conducción para volver a coger esas sensaciones (cosa que no descarto todavía) o que la edad me estaba ya pasando factura y que mi cerebro estaba demasiado en modo «peligro!» todo el rato.

Hace unas semanas, justo después de la quedada de @damerueda, tenía que hacer un viaje de trabajo a Talavera y decidí ir en moto. A pesar de haber una parte de autopista, otra parte, de Ávila a Talavera, era por una carretera más que interesante. En esa carretera y con unas cuantas horas previas de psicocasco (como dice Sinewan), empecé a probar cosas, a sacar el culo en las curvas, a dejar de meter marchas en las rectas para evitar frenar tanto en las curvas, a dejar correr la moto, a forzar la vista en la salida de la curva, a no mirar tanto el GPS para saber por dónde va la carretera y mirar a la carretera y, sobre todo, a relajarme y disfrutar. Y entonces sentí ese click, lo sé, a muchos os sonará raro. Después de 20 o 30 kilómetros de carreteras con buen asfalto, curvas rápidas con visibilidad y un rodar cómodo, volví a sentir que «el ritmo» estaba en mi. A ver, a ver, eso no quiere decir que mi velocidad aumentase, o al menos no enormemente, pero sí la comodidad, la relajación y el disfrute en curva. Esa sensación, imposible de explicar, de dejar correr a la moto en curva sin preocuparte nada más que de mirar a la salida e ir abriendo gas.

Después de unos días de trabajo, volví, por la misma carretera, con la misma sensación desde el principio, disfrutando mucho el Puerto del Pico y de las carreteras de la sierra de Gredos.

Cuando volvía por el tramo de autopista, de nuevo en ese momento de psicocasco, me preguntaba si el hecho de ser carreteras más anchas, curvas más abiertas con visibilidad y demás, sería lo que habría marcado el cambio o si tendría las mismas sensaciones ahora, en las mismas carreteras asturianas donde hace no mucho, sentía toda esa tensión.

Hoy sábado, he salido sólo y he hecho parte de una de esas rutas que ya empiezo a conocerme: Proaza, Teverga, Puerto de Sanlorenzo y vuelta a casa. Y de nuevo, el ritmo estaba ahí, he disfrutado de las curvas, de los tramos enlazados, con mucha más confianza que todas las veces anteriores. Quizás no he ido más rápido, probablemente sí, pero ni me he enterado, no era ese el objetivo. El objetivo era disfrutar más de la moto y, sobre todo, con más seguridad y calma entrando en curva. Y eso, queridos, ha sigo objetivo conseguido!

Y vosotros, habéis perdido alguna vez el ritmo?

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