El invierno belga comienza a recrudecerse, las temperaturas bajan y apetece poco salir con la moto por las mañanas. Estamos en pleno invierno y ya de sabe que esto tiene que ser así. Es jueves, 5 de enero, hoy en España hay cabalgatas de reyes y mañana es fiesta, aquí no se celebra el 6 de enero, San Nicolás ya llegó a principios de Diciembre y es él quien trajo los regalos a los peques.

Ocho y cuarto de la mañana, pertrechado con mis ropajes de moto, bolsa con ropa y demás aperos para cambiarme cuando llegue a trabajar y el casco, inicio el viaje al trabajo. El día está especialmente frío, no solo por la temperatura ambiente, sino también por la sensación de vacío de las calles, mucha gente aún está de vacaciones. Enfoco la recta hasta el primer y único semáforo en rojo que me encuentro. Aprovecho la parada para verificar que todo está en su sitio, guantes, casco, visera abierta para que no se empañen las gafas, calefactados encendidos, todo en orden.

La lluvia hoy nos respeta, pero la carretera está mojada, señal inequívoca de que ha llovido por la noche. Esto unido a los 2.5 grados que indica el termómetro de la moto, hacen a uno encender el modo «mucho cuidado» de conducción.

Ya en la autopista, menos tráfico del habitual, un poco de nerviosismo entre los coches. Algo que enseguida notas cuando conduces moto, es cuál es el sentir general de los que conducen coche ese día. Al conducir siempre en alerta por lo que pueda pasar, ves cómo cambia el comportamiento del resto. En los días de condiciones climáticas malas, la gente suele ir más nerviosa. La peor visibilidad, la falta de confianza o la falta de costumbre se reflejan en maniobras más bruscas, peor indicadas, velocidades demasiado rápidas o lentas, etc. Mucha variedad de maniobras que te obligan a abrir los ojos aún más de lo habitual.

A unos 5 kms. de la salida que suelo coger veo a los lejos otro motero y lo reconozco al instante. Lleva una custom, creo que es una intruder, pero no estoy seguro, es una 250cc. Va siempre a una velocidad moderada y solemos coincidir por las mañanas llegando a Mechelen y por las tardes saliendo. El martes echamos gasolina en la misma estación al mismo tiempo de camino de vuelta a casa. La primera vez que me lo encontré circulaba por la autopista, de noche, sin luz trasera. En esa ocasión hice todos los gestos que se me ocurrieron para indicarle que no llevaba luz. Esa fue nuestra primera «charla».

Lo adelanto, saludo y me pongo delante de él, ya que la próxima es mi salida y también la suya. El carril de desvío de la autopista da a una rotonda y a él, se le une otro carril por el lado izquierdo, con lo que llegamos dos carriles en paralelo a la misma. Me quedo en el carril derecho, a pesar de que hay unos 8 coches para entrar a la rotonda y en el carril izquierdo sólo hay un coche. No hay mucho tráfico y el suelo no está para florituras, menos en la entrada de una rotonda. Mi «amigo» de la custom si opta por el carril izquierdo y avanza detrás del único coche.

Al llegar a la rotonda el coche que está en la izquierda duda y frena de golpe, el chico de la custom frena también y se va al suelo. Mientras paro mi moto lo más a la derecha posible, quito los guantes y demás parafernalias, veo que el motero se levanta y pone la moto en pie. La caída, por suerte, ha sido muy suave, casi estaba parado del todo y la moto se ha deslizado de repente.

Cuando llego a su altura ya ha quitado la moto de la carretera y la ha subido a la isleta central. Le pregunto si está bien, me responde en inglés que si, que el suelo patina mucho, ha frenado de golpe y se ha caído. Entonces la chica que conducía el coche que le precedía llega, había retirado su coche para no entorpecer el tráfico. Nos pregunta si estamos bien y si ha hecho algo que haya causado la caída. Le explicamos que no y que todo está bien y se va, con las mismas aparece la policía, que sube la furgoneta a la isleta y nos pregunta, también en inglés, qué ha pasado y si estamos bien. De nuevo les explicamos que si, que todo esta bien, que ha sido más el susto. Mientras tanto el buen hombre trata de poner el punto muerto o arrancar la moto pero con los nervios no es capaz.

En estas estamos, cuando el chico me pregunta «eres español?» en perfecto castellano, a lo que respondo que sí. Posiblemente mi acento en inglés o, que de repente él se da cuenta de que yo era el motero con matricula española que le acaba de adelantar, le hizo «encenderse la bombilla». Parece que escuchar su lengua materna le relaja y, por fin, el punto muerto entra y puede arrancar la moto. Le damos las gracias a los policías, que nos recomiendan tener mucho cuidado porque hay muchas placas de hielo hoy. De nuevo solos, retomamos la conversación, muy rápida eso si, y volvemos a nuestra rutina mañanera. Con un ¨gracias por haberte parado, que tengas muy buen día¨ se despide de mi, se incorpora a la rotonda y continúa viaje. Mientras yo vuelvo a mi moto, pongo los guantes, arranco y continúo. Ni siquiera compartimos nuestros nombres, bueno, habrá más oportunidades estando más tranquilos.

Nos veremos de nuevo en el siguiente semáforo, saludo motero y los mejores deseos compartidos. En los pocos metros que faltan para llegar al trabajo, le doy vueltas a lo sucedido y en quizás lo acertado de haberme quedado en la fila de coches sin arriesgar y en lo importante que ha sido analizar el estado de la carretera y del clima y adaptar mi conducción a ello. Pero sobre todo, lo afortunado que he sido en no ser yo el protagonista del susto de la mañana y en lo importante de hacer todo lo posible para seguir en esa línea.

Confío que os haya gustado mi relato de esta historia del día a día, si es así, no dudéis en compartirla, si queréis leer más como esta, no os podéis perder la historia de la Transalp.

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