Llega el domingo y es el momento de volver a casa. El calor va a apretar durante todo el día, así que nos preparamos para ello. En realidad nos preparamos mentalmente, porque no hay mucho que podamos hacer más allá de abrir todas las entradas de aire de nuestros trajes y tratar de buscar sombra en todo momento.

Después de desayunar las viandas compradas el día anterior, recogemos el equipaje, empaquetamos todo y bajamos a la moto. Son las diez de la mañana y nos espera un día de bastantes curvas, según la ruta que planifiqué en el GPS. Al menos hasta pasar parte de Bélgica, una vez llegados a Huy, la ruta se volverá más aburrida.

Como siempre nos pasa en los últimos días de viaje, no hicimos apenas fotos, nos limitamos a disfrutar de la carretera y a, como decía al principio, tratar de buscar sombra en cuanto era posible.

Los últimos kilómetros por Luxemburgo, atravesando el país desde el este al noroeste fueron, como los de ayer, un atracón de curvas y paisajes bonitos. Navegamos entre montañas, con árboles a ambos lados de la carretera, subiendo y bajando, pasando de carreteras anchas a carreteras estrechas, todas ellas con asfalto perfecto. Pero, como siempre que hacemos una ruta, no sería tal si no acabamos en una carretera que está cortada y ayer no fue la excepción.

Era 15 de agosto, día festivo en casi toda Europa y Luxemburgo no era una excepción. Nos salimos de una carretera más o menos principal para entrar en una pista estrecha, bien asfaltada, que bajaba a un pequeño valle y volvía a subir entre unas casas. Al comenzar la subida, una valla nos indica que no se puede seguir, al parecer han hecho un circuito para bicicletas y sólo locales y tractores pueden pasar. Ojeamos el GPS, en el medio de la nada, sin una sombra que nos cobije, a ojo calculamos qué tendríamos que hacer para seguir la ruta y damos la vuelta.

Después de unos cuantos kilómetros y un par de giros «a ojo de buen cubero» llegamos de nuevo a la ruta, de hecho al punto exacto donde queríamos parar: La última gasolinera antes de pasar a Bélgica. Ya sabréis, si habéis leído alguna de mis crónicas anteriores :), que Luxemburgo tiene muchas cosas caras, pero la gasolina, el alcohol y el tabaco son más baratos que en Bélgica. Así que nos detenemos en una Shell, rellenamos el depósito, aparcamos a la sombra y compramos alguna cosa antes de dejar el país.

En la carretera nos hemos ido cruzando y seguimos cruzándonos muchas motos, en la gasolinera se detienen cuatro belgas que nos saludan, repostan e hinchan las ruedas de una de las motos. La cercanía con la frontera belga y las divertidas carreteras hacen de esta zona ideal para rutear en moto.

Volvemos al camino y casi sin darnos cuenta entramos en Bélgica, bueno nos dimos cuenta, por supuesto que sí, pero no porque ninguna señal nos lo indicase, sino porque el asfalto dejó de ser perfecto y pasó a ser desastroso.

Aún así el trazado de la carretera no dejó de ser divertido durante los primeros kilómetros. Pasamos por Tavigni y llegamos a Houffalife, sitio ya conocido que estaba a rebosar de moteros y de terrazas llenas. Continuamos hacia el norte, con el calor aumentando y la carretera regalándonos tramos de 10 a 12 kilómetros sin cruces y con continuas curvas y zonas divertidas. No está siendo un mal final de viaje.

Paramos por fin a comer, aparcamos a la sombra después de adelantar una pequeña procesión en honor a la virgen de turno, recordad era 15 de agosto.

Nos sentamos en una terraza a comer, remangamos los pantalones cual pescadores para dejar entrar el aire por todos los sitios posibles, tratando de refrescarnos de alguna manera. Un par de ollas de mejillones típicos belgas y mucha agua después, volvemos al viaje.

Poco a poco vamos saliendo de la zona más montañosa y serpenteante, cada vez hay menos sombra y cada vez las carreteras son menos divertidas y aún nos quedan un par de horas de ruta.

Sedientos y muriendo de calor, nos detenemos en un cruce, dejamos la moto a la sombra y descansamos un rato, ya sin casco, chaqueta y todo el petate. Decidimos recortar la vuelta y usar la autopista, no hay necesidad de seguir «sufriendo» otras dos horas por una zona ya conocida y poco interesante. Estiramos un poco las piernas, nos hidratamos y seguimos.

Ya en la autopista de vuelta, agradecemos el aire, relativamente fresco y, sobre todo, el encontrarnos ya cerca de llegar a destino.

Ha sido un fin de semana de mucha moto. De volver a disfrutar de rodar juntos, de viajar, aunque sea cerca de nuestra casa. Para mí ha sido reconfortante ver que esto no se me ha olvidado :D, aunque parezca mentira, después de mucho tiempo sin montar en moto, se nota que el cuerpo se oxida. Me ha costado poco volver a coger el ritmo y no ir tenso y el sábado disfruté como un enano de las curvas y más curvas que hicimos.

Preparando ya la siguiente, nos vemos en la carretera!

Tags:

Comments are closed