Llevamos dos noches ya en el Lucan Spa hotel, que para nuestra sorpresa, no tiene spa, aunque tampoco lo íbamos a usar. Es un hotel viejo, pero relativamente bien conservado. Si hay algo que hemos verificado está semana en los diferentes sitios en los que hemos estado es que los estándares de limpieza y mantenimiento en los hoteles «normales» y en los aseos de los bares en general, son mucho más bajos que en otras partes del mundo, cómo España.

Estamos a unos 12 kms. del centro de Dublín, con la furgoneta es relativamente fácil acercarnos, a pesar del tráfico y la diferencia de precio de coger un hotel fuera de la ciudad era tal, que con lo que hemos pagado por tres noches aquí, para seis personas, pagaríamos únicamente una noche en un hotelucho en la ciudad.

A eso de las 9:30 ya estamos en la carretera, hoy apenas hay atasco, nos dirigimos al meollo, a pleno centro, al Temple bar. Ahí aparcaremos la furgoneta en un parking y caminaremos por el centro lo que nos de tiempo, ya que hoy no hay bus turístico.

El Dublín pass, que cogimos para dos días, solo incluye un día de bus, pero merece mucho la pena si queremos entrar a los sitios como catedrales, algún museo o la fábrica de Jameson o de Guiness.

Unos 40 minutos después de salir del hotel, llegamos al parking y nos ponemos en marcha.

Visitamos el ha’ penny bridge, que en realidad no se llama así, pero todo el mundo lo conoce por este sobrenombre. Medio penique era el peaje que había que pagar por pasar este puente, de ahí el mote.

Luego el O’Connell monument y de nuevo a cruzar el río para ver el Trinity College.

Al entrar al Trinity, sorprende la inmensa superficie que tiene para estar en el centro de la ciudad. Tiene incluso un campo de rugby. Varios edificios crean una plaza cuadrada en su interior con jardines que, pasando por uno de sus laterales, llevan a otra plaza también ajardinada y rodeada de edificios. Hay un bullicio tremendo, mezcla de estudiantes y de turistas, todos caminando a ritmos distintos. Los turistas, despistados, mirando arriba y abajo, haciendo fotos; los estudiantes, con más prisa, con sus auriculares puestos o charlando con otros compañeros mientras esquivan a los despistados turistas.

Nos damos un buen paseo alrededor, tenemos suerte y parece que la lluvia nos respeta, así que podemos ver las cosas con calma.

Seguimos hacia la estatua de Molly Malone. Molly es una famosa canción irlandesa sobre una mujer que durante el día vendía pescado por las calles de Dublín y por las noches se vendía a si misma. Cuenta la leyenda que tocar los pechos de la estatua de Molly Malone, da suerte.

Nos hacemos las fotos de rigor entre el mogollón de gente que se ha juntado alrededor de la estatua.

Nos dirigimos ahora hacia la calle de las compras, la Grafton Street. Está a rebosar de gente, gente caminando, comprando, tocando música en la calle. Hoy estamos viendo un Dublín muy distinto al de ayer, no sabría cómo explicarlo, pero más a pie de calle, más entre la gente que ayer, en el que, al ver más monumentos, iglesias y demás quizás nos aislamos un poco de este tumulto. Este Dublín me gusta, tiene ambientillo joven, bullicioso, de ciudad estudiantil.

Recorremos la calle hacia arriba, entramos en varias tiendas, nos quedamos parados escuchando a algunos de los músicos de la calle y llegamos al final de la calle, que desemboca en un parque.

El hambre empieza a acechar y también empieza a llover, así que nos dirigimos hacia la zona del Temple bar, a buscar donde comer. Miramos en Google y por esta zona los sitios parecen demasiado caros y con comida poco apetecible hasta que encontramos el Salamanca «tapas and bar». Mira que no soy muy amigo de ir a restaurantes españoles fuera de España, pero esta vez hicimos una excepción.

Comimos bien, a un precio muy bueno, comparándolo con lo que habíamos visto alrededor, y nos hablaron en español, lo que para algunos fue un descanso después de una semana teniendo que «pelearnos» en inglés.

Un buen rato después, seguimos de paseo por el Temple bar. La idea era entrar en uno de los típicos pubs y tomar algo, pero teníamos la tripa tan llena que nadie quería nada. Así que caminamos para ayudar a la digestión por las calles del Temple bar. A pesar del nombre, Temple bar es un barrio, bueno y también es un local, que es el que ha dado el nombre al barrio. Así que nos asomamos al susodicho, hicimos fotos desde fuera y observarnos el tremendo movimiento que había dentro y fuera.

Paseo va, paseo viene, esta zona nos recuerda a barrios como Malasaña de Madrid o el barrio Rojo de Amsterdam, salvando las distancias y sin los famosos escaparates y coffee shops.

Volvemos al parking, llega la hora de hacer un último uso del Dublín pass, nos vamos a la fábrica de Guiness.

Llueve de nuevo, unos 15 minutos después de callejear por Dublín, llegamos al parking gratuito de la fábrica.

Ya aquí vemos el tremendo movimiento de gente, coches, taxis, autobuses.

Pero cuando llegamos a la puerta y vemos la cola tremenda que hay ?‍♂️.

Por suerte, con el Dublín pass tenemos prioridad así que, antes las miradas de odio de los que allí esperaban, los chicos de la puerta, nos dicen que pasemos. Nos revisan las mochilas y entramos. A partir de aquí todo se vuelve un poco locura. Una marea de gente continua en la que se intercalan grupos con guía, que a través de un micro les va narrando cosas, con grupos como nosotros, que vamos por libre pero con unas audioguias que nos van explicando, en español y en voz alta, todo lo que estamos viendo.

Una vez pasado el pánico inicial de la marabunta de gente, disfrutamos de una experiencia interesante. La explicación del proceso de elaboración de la cerveza Guiness, los ingredientes, una cata de la misma y una pinta al final del tour. Recorremos las siete plantas del edificio entre información y publicidad de la marca, descubriendo cosas interesantes.

Al final de la visita, por fin, nos sentamos en uno de los bares y disfrutamos de la pinta incluida en el tour. Decimos adiós a Dublín, con el mejor de los sabores de boca.

Volvemos a la furgoneta y al hotel, nos relajamos mientras nos imprimen los billetes de avión para parte del grupo para mañana y cenamos en el bar del hotel como en los días anteriores.

Se acaba el viaje en el que hemos descubierto Irlanda, un país, lluvioso eso sí, pero digno de visitar y explorar .

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