El hotel Malecón está en una de las calles perpendiculares al paseo del Malecón, a la orilla del Sil en O Barco de Valdeorras. Es un sitio nuevo, al menos restaurado, moderno y en el que el dueño se encarga de intentar en todo momento que todo esté en su sitio.

Desayunamos en la zona común del hotel, empaquetamos las maletas y salimos.

Por recomendación del dueño del hotel, cambiamos la ruta y pasamos primero por Las Médulas, en nuestro camino hacia Galende.

Nos perdemos varias veces al salir de O Barco, por las obras, pero por fin, ponemos rumbo correcto.

Unos treinta minutos después, nos desviamos hacia el lago de Carucedo, que dejamos a nuestra izquierda y seguimos hacia las Médulas. Mientras nos acercamos recordamos lo que leímos sobre esta zona. Antiguas minas romanas que dejaron la montaña excavada y, su erosión durante los años, ha generado un paisaje espectacular.

Dimos una vuelta por el centro de visitantes, bueno por la carretera que lleva al centro de visitantes y decidimos que era muy pronto para meternos en una sala de interpretación, asi que nos dimos la vuelta y nos dirigimos al mirador de Orellán.

Subimos una fuerte pendiente, con curvas muy pronunciadas y más y más pendiente y subida. Llegamos por fin al pueblo, pero hay que seguir subiendo para llegar al mirador.

Ya en el parking, maximo punto al que se puede subir, atamos los cascos a la moto, cogimos las carteras y demás y a subir caminando. Unos seiscientos metros de fuerte pendiente, que con la ropa de moto se hicieron complicaetes :).

Pero el esfuerzo mereció la pena.

Las Médulas con peinado post casco 😀

Sacamos unas fotos y disfrutamos de las vistas y del silencio sólo roto por el cantar de los pájaros, qué paz!

Aunque es posible visitar las galerías de las antiguas minas, dentro de las montañas, decidimos que vestidos de romanos no es la mejor opción, así que volvemos a la moto.

Con el objetivo ya en llegar a Galende pero circulando por pequeñas carreteras y qué carreteras! Circulamos por la orilla del río, entre montañas, por una sinuosa carretera, con buen piso y bien ancha. Qué disfrute, kilómetros y kilómetros de curvas, subidas y bajadas. A pesar de que refresca un poco y de que poco a poco la carretera va teniendo más baches y zonas con gravilla suelta, disfrutamos de unos 60 kilómetros de curva y contra curva y más curvas. Tanto que ni nos paramos a hacer una foto o a disfrutar del paisaje. Pero todo lo bueno, siempre tiene su contrapunto y como decía, la carretera se fue estrechando y siendo cada vez peor.

Tomtom ya nos lo quiso avisar, cuando planificamos la ruta, ya que nos decía que por ahí no, que había carreteras sin asfaltar y, más o menos, no le faltaba razón.

Subimos y bajamos varios puertos por carreteras infernales, literalmente desechas. La peor de todas, aparentemente en su día una carretera convencional ancha, con buena señalización y marcas viales, pero con el asfalto literalmente destrozado, e incluso desaparecido en algunas curvas. Lo que hacía pasar esas curvas con la RT un ejercicio de equilibrio y tacto con el gas. Pero fuimos pasando y cuando nos dejamos de preocupar por el suelo y subimos la cabeza y miramos a nuestro alrededor, disfrutamos de unas vistas espectaculares de las montañas.

Llegamos a la cima de un puerto, de cuyo nombre no me acuerdo, cerca de Quintanilla de Losada. Nos paramos a ver las antiguas canalizaciones romanas de agua para las minas y el tremendo paisaje que se puede ver desde allí. Bajamos desde allí a Quintanilla de Losada, no sin antes disfrutar de una bajada de infarto, por una carretera que, además de destrozada, estaba llena de los restos dejados por los camiones que transportan la pizarra que se extrae en las diferentes empresas de la zona.

Paramos a comer en el único restaurante que vimos en horas, en Quintanilla de Losada, restaurante Sabugo. Típico restaurante de menú del día, donde nos trataron muy bien, nos metimos para el cuerpo un buen menú, pusimos más ropa y cambiamos a los guantes de invierno ya que estaba refrescando.

Al salir del restaurante, uno de los clientes nos preguntó a dónde íbamos y nos dijo que tuviesemos cuidado con los animales sueltos, que solía haber accidentes por la zona debido a ellos.

Le dimos las gracias, tomamos nota y a rodar. Por delante otros 30 kilómetros de carretera destrozada, de curvas, de paisajes muy chulos, pero todos vistos desde el traqueteo. Pasamos Truchas, Truchillas, El Puente y, por fin, llegamos a Galende. Llegamos a la casa, aparcamos, descargamos y nos instalamos. El resto todavía llegarán en un par de horas así que nos vamos a Galende a comprar viandas.

Unas dos horas después llegan, primero Alex Lupo y Laura y luego Jose y Tania. En sus sendas R 1200 GS. Se instalan, nos cambiamos, charlamos un rato y nos vamos a cenar. Hemos reservado en la Trattoria Lupo en Galende. Elegimos este sitio por llamarse igual que el mote de Lupo, nuestro Alex :D.

La tratoria de Lupo es un restaurante pequeñito, en el medio de Galende. El dueño, un italiano casado con una zamorana que, además, es motero. Llegamos las tres motos, de noche, nos abre la puerta y metemos las motos en la parte de atrás del restaurante.

Nos recibe Alexandro, si, Alexandro, como nuestro Alex y con el mismo mote :D. Alexandro nos cuenta que tiene una moto guzzi, que es un fan y nos recita la carta, explicando plato a plato, sugiriendo qué platos deberíamos comer. He mencionado que estábamos sólos en el restaurante?

Muchas risas, compartimos experiencias los siete allí y disfrutamos de dos horas divertidas comiendo una comida riquísima que nos sirvió Lupo.

Vuelta a las motos, 15 minutos de corto viaje en el frío de la noche, rodeando el lago de Sanabria, aparcamos y a disfrutar de la noche. Más risas, copas y sofá.

Mañana visitaremos la zona y haremos una rutilla todos juntos.

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